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Donald Trump está abocado a convertirse en el tercer presidente de Estados Unidos en enfrentarse a un “juicio político” en el Senado y el primero del siglo XXI, gracias a la mayoría demócrata en la Cámara Baja, en un reflejo de la crispación y polarización del país con inciertas consecuencias sobre las elecciones de noviembre de 2020.
Trump entrará así en la historia y engrosará una lista en la que están Bill Clinton (1993-2001) y Andrew Johnson (1865-1869).
Clinton y Johnson fueron finalmente absueltos por la Cámara Alta tras ser sometidos a un proceso de destitución, y es probable, dado el control republicano en el Senado, que al presidente actual le ocurra lo mismo.
Los rompecabezas de asesores de ambos partidos se centran ahora en dilucidar los posibles efectos del juicio político de cara a las elecciones presidenciales de 2020.
Pero los analistas parecen coincidir en tres cosas: el respaldo sin fisuras de los republicanos a Trump, la buena salud de la economía y las dudas de los demócratas acerca del rumbo a seguir para recuperar la Casa Blanca el próximo año.
UN HORIZONTE MARCADO POR LA INCERTIDUMBRE
“El juicio político podría ayudar a Trump a alentar a su base para que acuda a las urnas el día de las elecciones, pero déjame añadir rápidamente que el resultado de 2020 dependerá por completo de quién es el nominado por los demócratas y cómo enfocan la campaña”, explica a Efe el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Iowa, Steffen Schmidt.
UN PAÍS PARTIDO POR LA MITAD
Según las encuestas del portal político “Five thirty eight”, la opinión pública de Estados Unidos está dividida a la mitad en lo que respecta al apoyo a una destitución de Trump: el 47,4 % la respaldan frente al 46,6 %, que la rechazan.
Si la pregunta se hace a los votantes que se identifican con un partido político determinado, la grieta es aún más evidente:
Una gran mayoría de los demócratas, el 83,5 %, apoya la destitución de Trump; mientras que entre los republicanos, el porcentaje es mínimo, apenas un 8,9 %.
Entre los independientes, la división es casi idéntica, ya que el apoyo al proceso de juicio político y la eventual salida de Trump es del 43 %.
SÓLIDA BASE REPUBLICANA
El profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad de California Gary Jacobson sostiene que las estadísticas sobre Trump no suelen variar.
“Si miras sus números de popularidad, son asombrosamente estables (…) Especialmente, en medio de todas las cosas que han pasado, uno tendería a pensar que habrían movido a la opinión pública de un modo u otro”, explicó Jacobson, en una conferencia reciente del centro Niskanen.
GRIETAS ENTRE LOS DEMÓCRATAS
Las divisiones en el seno de los demócratas son uno de los grandes lastres de los progresistas de cara a 2020. De hecho, parece que el rechazo visceral a Trump es uno de los pocos elementos que mantienen unidos a la amplia variedad de aspirantes a la candidatura demócrata para 2020.
Para Schmidt, el problema es que los demócratas andan enfrascados en “exámenes de pureza” sobre cada uno de los aspirantes, en lugar de centrarse en “el trabajo principal” de arrebatar la Casa Blanca a los republicanos.
“Los demócratas no saben si aspirantes muy progresistas como los senadores Bernie Sanders o Elizabeth Warren conectarían con una mayoría de votantes o si un moderado, como el exvicepresidente Joe Biden o el alcalde de South Bend (Indiana), Pete Buttigieg, podrían ser ganadores”, argumentó el profesor.
¿QUÉ PASÓ CON BILL CLINTON?
Una similitud y una diferencia.
A finales de 1998 y comienzos de 1999, cuando el demócrata Bill Clinton afrontó su juicio político, había ganado la reelección en 1996 y ya se encontraba en su segundo y último mandato.
Trump, sin embargo, lo encarará el año en el que busca su reelección.
En ambos casos, en la economía soplan vientos favorables con un crecimiento sostenido y bajo desempleo.
“Clinton agachó la cabeza y fue encantador durante el resto de su mandato, aunque su proceso de destitución no se produjo en un año electoral. Gran diferencia. La economía estaba también muy fuerte cuando se produjo el juicio político y eso ayuda a moldear a la opinión pública”, resumió Schimdt.