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Unos 300 miembros engrosan las cuatro bandas latinas implantadas en España, sobre todo en Madrid, desde hace casi dos decenios. Pese a sus diferencias, Dominican Don’t Play (DDP), Trinitarios, Ñetas y Latin King responden a un mismo patrón: son escuelas que instruyen a delincuentes bastante controlados por la Policía.
Solo este año y a falta de cerrar la estadística, el número de detenidos rondará previsiblemente los 250. Los de origen dominicano (DDP y Trinitarios) son actualmente “los más fuertes” frente a los de matriz ecuatoriana, Ñetas y Latin King.
Todos, salvo Trinitarios, suelen integrar a jóvenes de otras nacionalidades como colombianos o puertorriqueños, incluso en operaciones recientes la Policía española llegó a detener a un palestino que estaba siendo adoctrinado como aspirante a ingresar en los Dominican.
Precisamente DDP y Trinitarios son los que protagonizaron los incidentes más graves en el último año, como el ocurrido el 30 de septiembre en el barrio de Puente de Vallecas, en Madrid.
Entonces se trató de una reyerta ocurrida cuando los miembros de una banda fueron a “cazar” a los de otra, con el resultado de nueve detenidos y siete heridos. Pero no es, sin embargo, el ‘modus operandi’ habitual de estos pandilleros.
“Las cazas premeditadas y planificadas no son frecuentes. La mayoría de enfrentamientos entre miembros de bandas rivales son casuales al coincidir en el metro, en parques o discotecas”, aseguraron a Efe fuentes policiales.
Cohesión interna regida por sus propias “Leyes”
La Fiscalía de Madrid define en su última memoria de 2018 a las bandas latinas como grupos organizados y jerarquizados que ideológicamente defienden la supremacía de lo latino y ejecutan sus acciones en grupos de más de diez personas cuando se trata de peleas o en grupúsculos de entre tres y cinco miembros para perpetrar robos.
Su estructura es rígida y piramidal, de tipo vertical y teocrático, “con obediencia ciega a los dirigentes que se rigen por un conjuntos de reglas y leyes propias conocidos como la ‘Constitución o la Literatura’”.
Para financiar sus acciones, pagan cuotas semanales o ingresan en la “caja” las ganancias del menudeo de droga o del botín de robos con violencia.
Se agrupan, según la Fiscalía, en los llamados “capítulos”, formados por entre 20 y 30 individuos de diferentes distritos.
Maestros de la pelea y el robo
¿Están las bandas latinas en auge? ¿Ha repuntado su actividad? La respuesta de los investigadores consultados es rotunda: “No. Están encapsulados desde sus inicios en 2003” y la mejor prueba de ello, añadieron a Efe las mismas fuentes, es que tanto el número de detenidos como la de los miembros “activos” es similar año tras año.
Lo que parece innegable es el aumento de la violencia. En 2018 la Fiscalía de Madrid reseñó un homicidio y otros ocho intentos y es cada vez más frecuente el empleo de armas de fuego. En la reyerta de Puente de Vallecas los agentes intervinieron una escopeta de cañones recortados, cuatro machetes del tipo cortacañas y dos cuchillos.
La Policía trata el fenómeno como delincuencia, no como un problema aislado. Y tiene muy claro que, por encima de cualquier otro calificativo, las bandas latinas son escuelas de delincuentes donde se instruye y entrena en riñas, lesiones, amenazas y robos con violencia e intimidación.
Una “misión” que comienza con la captación, objetivo prioritario para los líderes de estas bandas, fuertemente jerarquizadas y organizadas, con reparto de roles y hasta con pagos de cuota semanales entre sus miembros.
Son los miembros veteranos los encargados de engrosar la banda con más pandilleros, elegidos entre chavales de origen latino de unos 13 años, a los que someten a rituales de iniciación y a los que “enganchan” para utilizarlos como “mulas” en el trapicheo de drogas a cambio de unas zapatillas deportivas caras o hachís para su consumo.
Muchos de estos chicos -la integración de mujeres en bandas es escasa- nacieron ya en España, pero provienen de entornos familiares desestructurados. Son fácilmente manipulables y la banda les confiere esa pertenencia a un grupo en el que son respetados e incluso temidos.
La participación cada vez más activa de menores no es casual, ya que las personas de menos de 14 años de edad no son imputables judicialmente en España. Las bandas aprovechan esta circunstancia y es frecuente que cuando la Policía actúa ante una reyerta sean los más jóvenes los que acaben portando las armas.
Por ello los delitos cometidos por menores en la región madrileña crecieron en los últimos años. Por ejemplo, en 2017, según la memoria de la Fiscalía, se computaron ocho delitos de homicidios, consumados o no, por bandas latinas. En seis de ellos hubo menores implicados.
La información, clave en la lucha policial
Desde la Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional en Madrid, un grupo de agentes sigue de cerca los movimientos de las bandas. “Es una actividad diaria de captación de información. No se espera a que cometan un delito”, resumió uno de sus agentes.
Paran en parques y en locales de ocio de los distritos y municipios que consideran sus “feudos”. Y ojo, han comenzado a congregarse en inmuebles vacíos donde preparan sus acciones delictivas. En una de las últimas operaciones, la Policía descubrió que varios de estos pandilleros habían ocupado una vivienda de Ciudad Lineal (Madrid).