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El máximo representante de la Iglesia Católica en Tierra Santa, Pierbattista Pizzaballa, caminó hoy desde Jerusalén hasta la ciudad de Belén, en el tradicional peregrinaje de Nochebuena que celebraron miles de fieles al ritmo de tambores y gaitas.
La llamada al rezo de la mezquita de Omar y el doblar de las campanas de la Basílica de la Natividad – ambos templos en los extremos de la Plaza del Pesebre – se entremezclaban hoy con el sonido de villancicos y hasta la emblemática “Bella Ciao” que interpretaron las bandas de jóvenes palestinos de “boy scouts”.
Entre ellos, y por primera vez en más de una década, un grupo de catorce chicas y chicos llegados de Gaza, que consiguieron permisos israelíes para salir del bloqueado enclave y visitar la cuna del cristianismo por Navidad.
“Es sorprendente la cantidad de religiones que se unen un día como hoy en Belén”, señaló a Efe Juan Carlos Domínguez, de Sevilla (España), entre población musulmana local y con la llamada al rezo de fondo, en su primer viaje a Tierra Santa para celebrar la Navidad.
Su esposa, Charo Barrio, destacó que “pese al momento político problemático” lo visto en Belén es “una visión a futuro, la unión de tantas razas, tantos tipos de personas y de culturas”: “Me parece precioso y es una llamada a la igualdad y al amor”, declaró.
Toda la familia, participará en la misa del gallo que se celebra esta noche a las 23.30 (21.30 GMT) en la Iglesia de Santa Catalina, colindante a la Natividad, y que oficiará Pizzaballa.
Desde este año, además, el templo acoge un pequeño fragmento de madera que, según la tradición cristiana, pertenece a la cuna donde la Virgen María colocó al Niño Jesús y que ha sido donada por el papa Francisco y devuelta a su supuesto lugar de origen.
Para realizar el peregrinaje, desde 2003, el administrador apostólico de Tierra Santa ha de traspasar una de las puertas del muro de hormigón israelí que separa Belén de la Ciudad Santa.
Pizzaballa fue recibido por representantes de las distintas confesiones cristianas y notables de la ciudad y terminó el ritual agachado para franquear la minúscula puerta de la Natividad, de apenas un metro de altura, en cuyo interior se encuentra la gruta donde los evangelios sitúan el nacimiento de Jesús.